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Desde que tengo memoria… - Aida Aguado



El olor a misterio que cubría cada rincón de Blue Lake, me acompañaba con una extraña sensación desde que tenía uso de razón, un sentimiento que me impulsaba a visitar el lugar prohibido del que todo el mundo quería hablar, pero nunca lo hacía, un lugar olvidado a las afueras del pueblo al que nadie se acercaba ni siquiera con el pensamiento por temor a caer en su oscuridad. Un cementerio que llevaba cerrado más de cincuenta años por una leyenda.

Mi abuela no contaba historias para niños, le gustaba mostrar el pasado con todas sus consecuencias, y aquella noche de Halloween consiguió hacerlo con toda la intención. Puso una taza de chocolate caliente entre mis manos y después se sentó en su vieja mecedora de hierro forjado al lado de mi cama, con una cara… que me puso los pelos de punta. Después de tantos años aun puedo recordarla, incluso más que sus palabras.

−Mi querida Aisha… −comenzó −. Hace cuarenta y nueve años un suceso marcó Blue Lake y a cada uno de sus habitantes, tanto que cerraron el campo santo con todos sus temores dentro, como si un simple candado solucionara todos los problemas −dijo entre dientes −. Unos días antes de la noche de Halloween, el chico más guapo y perseguido del pueblo apareció ahorcado en el roble de los enamorados con una nota arrugada en una de sus manos…

−Abuela…

−Ooohh pequeña, no quiero asustarte, pero es necesario que conozcas ésta historia justo hoy, es el momento indicado.

−No pasa nada, quiero saber lo que pasó.

−Muy bien. Aquel roble fue testigo de muchos secretos bonitos, pero también de momentos siniestros como la muerte de Leo Sky. Le enterraron la misma noche de brujas bajo su propio deseo, escrito en aquel papel adherido con fuerza a su mano, en la última tumba de piedra orientada al norte. Aquella nota llevaba dibujadas dos iniciales “DD”, algo que nadie pudo descifrar. Todo era raro, pero no dejaba de ser un suicidio en extrañas circunstancias y macabros deseos que quedaron sepultados junto a su cuerpo. Cuenta la historia que no está solo en su última morada, y que una parte de ellos se quedó en la tierra sin conocer su pasado. Desde que tengo memoria… escucho los lamentos de su amor cada noche de Halloween, cuando la luz de la luna protege al pueblo de los espíritus.

Aquella misma noche mi curiosidad me hizo visitar el cementerio cuando todos dormían en casa. No necesitaba estar en ninguna fiesta de instituto, si no descubrir el misterio de aquel lugar que había despertado mi ansiedad. Quería ver aquella tumba, que me hablara, incluso profanarla si era necesario. Salté la antigua valla de hierro llena de telarañas, y caminé hacia la parte más alta, donde terminaba el cementerio. Allí me encontré con aquella tumba formada por tres piedras gigantes con una placa de metal a los pies, me acerqué con la linterna encendida e iluminé los nombres que allí aparecían. Leo Sky y...

− ...Dalina Dalton… las iniciales del papel −susurré su nombre con la mano en el pecho −. Abuela… yo… no puede ser.

−Hemos estado juntas toda la vida…sin levantar las sospechas de nadie. Siento haberte asustado, querida. −Su silueta se fue formando delante de mí en una capa transparente junto a la de un hombre que no había visto en mi vida. −Necesitaba una prueba de amor en tu mayoría de edad en ésta noche tan especial, para dar fe de nuestra historia, que acabó con su asesinato y mi vida apagándose poco a poco hasta que me quedé sin aire encerrada en su féretro, y con un bebe de pocos meses que no podía ayudarnos en el futuro, era imprescindible otra generación para anular la maldición. Nuestras almas han estado atrapadas esperándote. Aisha, mi pequeña… nos has salvado.


Tercera ganadora Concurso Relatos Halloween 2020 - Aida Aguado

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